Con Rusia, nada es por cortesía

¿Realismo diplomático o inocencia geopolítica? ¿Juego de equilibrios o falta de claridad?

4 minutos de lectura
Con Rusia, nada es por cortesía

Escuchar el artículo
Detener

La escena fue tan impecable como inusual: banderas bien alineadas, traducciones simultáneas y los típicos apretones de manos sobreactuados. Frente a las cámaras, el canciller dominicano Roberto Álvarez y su homólogo ruso, Sergey Lavrov, parecían encarnar el guion perfecto de una diplomacia serena, de países amigos.

Pero, más allá del protocolo, la pregunta es inevitable: ¿qué hace el jefe de la diplomacia del Kremlin en la República Dominicana en medio de la guerra en Ucrania, el aislamiento internacional y las sanciones empujadas por Occidente?

La respuesta diplomática es muy fácil, pues hay excusa para el encuentro: apertura de embajada, promoción del multilateralismo, diálogo bilateral, ayuda con Haití, etc. Pero la respuesta política —la real— está envuelta en un mar de suspicacias.

Porque si hay algo que no es habitual en el tablero geopolítico es ver a Lavrov, el rostro más reconocible de la política exterior rusa después de Putin, sonriendo desde la Cancillería dominicana, ensalzando al país como "socio prometedor" y escuchando pacientemente un pedido sobre Haití.

Sí, Haití, porque ahí es donde la cosa se pone verdaderamente surrealista. El canciller Álvarez no perdió la oportunidad y le pidió a Lavrov —sí, al canciller de una potencia acusada de crímenes de guerra y vetadora serial en el Consejo de Seguridad de la ONU— que interceda por una acción más efectiva en Haití.

Como si Moscú, mientras reordena alianzas con Irán, Corea del Norte, Venezuela, Nicaragua y Cuba pudiera ser un socio fiable para contener el caos haitiano y presionar por la activación de una misión multinacional.

El pedido es tan llamativo como el momento que vive el mundo. Rusia, aislada por gran parte de Occidente, busca aliados donde los encuentre. Y República Dominicana, estratégicamente colocada entre América y el Caribe, aparece como un territorio amable, sin conflictos con Moscú, receptor de turistas rusos y con una diplomacia que, por momentos, parece coquetear con la equidistancia.
Pero esto no va solo de relaciones bilaterales.

Es, en realidad, una postal del nuevo desorden global. De un mundo donde Lavrov hace escala en Santo Domingo, mientras sus tropas bombardean Ucrania. Donde la diplomacia dominicana —tan correcta y tan limpia— le tiende la mano al emisario de un régimen sancionado y le pide ayuda para estabilizar al vecino más frágil del hemisferio.

¿Realismo diplomático o inocencia geopolítica? ¿Juego de equilibrios o falta de claridad?

En cualquier caso, Lavrov ya inauguró su flamante embajada, aunque sea de forma "simbólica", pues, para hacer la visita más absurda, ni siquiera tienen una estructura física en el país. Las fotos ya están tomadas. El guion se cumplió. Pero los intereses de Moscú no son turísticos, ni culturales. Son estratégicos. Y cuando Rusia pone un pie en una región, rara vez es por cortesía.

Lo raro no es que Lavrov haya venido. Lo raro es que aquí lo hayamos recibido como si no supiéramos quién es y sin preguntarnos, o por lo menos sin que sepamos, qué es lo que Rusia quiere a cambio, por si algo tienen los rusos, es que nada lo hacen por caridad.

Benjamín Morales M.

Benjamín Morales M.

Periodista puertorriqueño con amplia experiencia en la cobertura de temas caribeños, internacionales y de periodismo digital. 

Biografía completa »
Sígueme en :