El aguacate se consolida como un alimento fundamental en la dieta dominicana, trascendiendo fronteras.
Santo Domingo.- Ese fruto cremoso y verde que rara vez falta en el plato del dominicano ha dejado de ser simplemente un acompañante del arroz y la carne. Hoy, el aguacate se ha transformado en un verdadero protagonista culinario, una estrella del mercado local y un embajador agrícola en el plano internacional.
Pero más allá de su sabor, su presencia en nuestras mesas cuenta una historia de identidad cultural, economía rural y salud nutricional.
En República Dominicana, el aguacate no es una moda pasajera ni un lujo de temporada: es costumbre, cultura y parte del ADN alimentario nacional. Desde una “bandera” (arroz, habichuela y carne) hasta empanadas, ensaladas, tostadas o incluso jugos, el aguacate lo acompaña todo.
Según datos del Ministerio de Agricultura, el país produce más de 300 mil toneladas de aguacate al año, lo que lo convierte en uno de los principales productores y exportadores del Caribe.
Si bien una parte significativa de esa producción se destina a mercados como Estados Unidos, Europa y Centroamérica, el consumo interno es alto, constante y muy arraigado —especialmente durante los meses de agosto a noviembre, cuando el fruto está en plena temporada.
Aunque muchos pensarían que países como México o Estados Unidos dominan el ranking de consumo, la realidad es que la República Dominicana se encuentra entre los países con mayor consumo per cápita de aguacate en América Latina.
Este alto consumo se debe a varios factores: la amplia disponibilidad en los mercados, la diversidad de variedades locales y, por supuesto, el profundo arraigo cultural que tiene en la cocina criolla.
En temporada baja, especialmente entre abril y julio, el precio del aguacate puede superar fácilmente los RD$100 por unidad, dependiendo de la variedad y la oferta. Las más cotizadas, como el “semil 34” y el “pollock”, suelen escasear fuera de temporada, lo que incrementa su valor en los mercados.
La variación de precios responde principalmente a factores climáticos. Sequías, lluvias intensas o fenómenos atmosféricos afectan directamente la cosecha. Además, al destinarse una parte considerable de la producción a la exportación, la oferta local se reduce, empujando los precios al alza.
Para quienes consideran el aguacate un alimento esencial, existen estrategias para seguir disfrutándolo sin pagar de más:
Comprar en mercados comunitarios o ferias agrícolas, donde suele venderse a precios más bajos que en supermercados.
Aprovechar fines de semana, cuando la oferta aumenta y los precios tienden a bajar.
Sembrar un árbol en casa. Muchos dominicanos ya optan por cultivar su propio aguacate en patios o terrazas, una solución sostenible y a largo plazo.
El aguacate no solo enriquece la mesa dominicana: impulsa la economía rural, genera miles de empleos directos e indirectos y se ha convertido en un rubro con gran potencial de expansión en los mercados internacionales.
En términos nutricionales, es una fuente rica en grasas saludables (ácidos grasos monoinsaturados), fibra, potasio, vitamina E y antioxidantes, lo que lo convierte en un aliado del sistema cardiovascular, la digestión y la saciedad.
República Dominicana es incuestionable. El aguacate, en sus múltiples formas y usos, es más que un alimento: es tradición, es sustento y es salud.
Porque aquí, donde comer sin aguacate se siente incompleto, este fruto sigue ocupando un lugar privilegiado en el corazón, y el plato del pueblo.