Magín

Ojalá mis esperanzas, compartidas por muchísimos dominicanos, no sea otra ilusión que los días y la falsa levedad del “na-es-naísmo” aplastan como si fuesen toneladas de basura.

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La nada sorpresiva, pero tampoco esperada, designación del prestigioso economista Magín Díaz como segundo ministro de Hacienda del presidente Abinader, tras los cinco y medio años de Jochi Vicente, presagia un posible golpe de timón en la conducción de las finanzas públicas. Desde hace tiempo, opositores y simpatizantes conscientes, centros de pensamiento acreditados como la Fundación de Andy y el CREES, y periodistas a quienes no nos hacen caso, venimos advirtiendo sobre la inviable y riesgosa pendiente de endeudamiento externo, sean préstamos o exitosas emisiones de bonos soberanos, para financiar gastos corrientes y subsidios. Esto, a expensas de una disminución de las inversiones estatales en obras públicas o aportes de capital para proyectos rentables. Magín ha sido una de las voces del coro de respetables economistas que reclama con insistencia y legítima preocupación, que el Gobierno ponga asunto al rumbo de la economía, que pese al crecimiento, estabilidad y calificaciones positivas, enfrenta ahora un ambiente internacional enrarecido por las nuevas políticas comerciales estadounidenses y muchas incertidumbres, que aparte de peligro traen oportunidades. La economía dominicana necesita un urgente ajuste que sólo puede lograrse mediante reformas serias: fiscal, laboral, judicial, educativa y político-electoral. El Estado, en vez de seguir creciendo como el “ogro filantrópico” que fue el México unipartidista y podrido por la corrupción descrito por Paz, debe convertirse en una eficiente, ágil y honesta gestora de la riqueza nacional existente y facilitar mas prosperidad, con macana legal (imperio de la ley) y estímulos para ser una sociedad meritocrática. Lo que haga o deje de hacer Magín (y quien lo puso) será determinante del resultado de las próximas elecciones. Ojalá mis esperanzas, compartidas por muchísimos dominicanos, no sea otra ilusión que los días y la falsa levedad del “na-es-naísmo” aplastan como si fuesen toneladas de basura.

José Báez Guerrero

José Báez Guerrero

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