Democracia y sucesión: aportes y dilemas del liderazgo en la República Dominicana y el mundo

La historia reciente de la República Dominicana puede dividirse en dos grandes etapas.

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Democracia y sucesión: aportes y dilemas del liderazgo en la República Dominicana y el mundo

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I. El poder y su herencia:

Santo Domingo.– La historia política universal demuestra que no hay liderazgo eterno ni sucesión sencilla. Cada líder, en el momento de mayor autoridad, enfrenta el dilema de cómo —y cuándo— preparar su relevo. La estabilidad de una nación depende tanto del carisma del jefe como de la madurez institucional que permita la continuidad sin ruptura. El dilema de la sucesión no conoce fronteras: afecta a potencias mundiales y también a naciones pequeñas. En todos los casos, el problema es el mismo: el poder personal tiende a resistirse a su propio final.

II. República Dominicana: de la dictadura a la democracia

La historia reciente de la República Dominicana puede dividirse en dos grandes etapas: la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo (1930–1961) y el proceso democrático que, con tropiezos y avances, comenzó tras su desaparición.

Con la muerte de Trujillo en 1961, el país entró en una etapa de incertidumbre política. Gobiernos interinos intentaron sostener el orden mientras surgían nuevas fuerzas sociales y políticas. La democracia, que había permanecido dormida por tres décadas, empezaba a abrirse paso entre tensiones, protestas y esperanzas.

III. Juan Bosch y el despertar democrático:

Las primeras elecciones libres tras la dictadura se celebraron el 20 de diciembre de 1962, en virtud de la reforma constitucional aprobada después de la caída del régimen.

De ese proceso resultó electo Juan Bosch, quien asumió la Presidencia el 27 de febrero de 1963. Su gobierno se caracterizó por la honestidad administrativa, el respeto a las libertades públicas y la visión social de la democracia.


    Aunque breve —solo siete meses antes del golpe de Estado—, su ejemplo moral marcó el rumbo ético y político del país.

    El 24 de abril de 1965, un levantamiento cívico-militar apoyado por el pueblo exigió el retorno a la Constitución de 1963 y la restauración del gobierno legítimo. Aquel episodio, conocido como Revolución Constitucionalista, buscó restablecer la democracia interrumpida, hasta que la intervención militar de Estados Unidos redefinió el destino del país en plena Guerra Fría.

    IV. La consolidación democrática (1966–2025):

    Desde las elecciones de 1966, la República Dominicana inició un proceso sostenido de institucionalización democrática. Siete presidentes han gobernado con alternancia del poder, consolidando una estabilidad política inédita en el Caribe:

    Joaquín Balaguer (1966–1978 / 1986–1996)
    Antonio Guzmán (1978–1982)
    Salvador Jorge Blanco (1982–1986)
    Leonel Fernández (1996–2000 / 2004–2012)
    Hipólito Mejía (2000–2004)
    Danilo Medina (2012–2020)
    Luis Abinader Corona (2020–presente)

    En casi seis décadas, el país ha mantenido elecciones libres, pluralismo partidario y estabilidad institucional.
    Todos los presidentes y sus partidos han contribuido, con estilos diversos, a la armonía y al desarrollo de la sociedad dominicana dentro de un sistema democrático.

    V. El dilema del liderazgo y la sucesión en la política dominicana

    El progreso democrático dominicano no ha estado exento de tensiones sucesorias.

    Balaguer y la soledad del poder:

    Figura central del siglo XX, gobernó durante más de dos décadas y continuó influyendo aún desde la oposición. Su prudencia táctica y disciplina administrativa marcaron una época, pero no dejó herederos políticos claros. Tras su muerte en 2002, el balaguerismo se disolvió en la historia.

    El PRD y sus divisiones:

    Fundado en el exilio en 1939, fue el gran laboratorio democrático del país. Sin embargo, sus luchas internas por el liderazgo —desde Juan Bosch y Peña Gómez hasta los años 2000— fragmentaron su continuidad. Las pugnas sucesorias debilitaron al partido que una vez simbolizó la esperanza democrática.

    El PRM y la institucionalidad en construcción:

    Heredero del PRD, el Partido Revolucionario Moderno ha modernizado estructuras y atraído nuevas generaciones, pero su unidad aún depende de liderazgos personales. Su reto histórico es institucionalizar la sucesión dentro del partido y del Estado.

      Leonel Fernández, Danilo Medina y el PLD dividido:

      En 2019, la pugna entre ambos líderes fracturó al PLD y dio origen a La Fuerza del Pueblo. El episodio evidenció una transición frustrada: el fundador se sintió desplazado, y el sucesor no logró consolidar la unidad. Hoy, ambos espacios políticos buscan redefinir su identidad más allá del carisma individual.

      VI. Lecciones internacionales sobre el poder y la herencia:

      Los dilemas sucesorios no son exclusivos del Caribe.

      China: Xi Jinping ha concentrado el poder, eliminando límites de mandato y edad, sin un heredero visible. El desafío no es gobernar hoy, sino asegurar el mañana sin fractura.

      Francia: Emmanuel Macron enfrenta el agotamiento de su movimiento personalista sin relevo político claro.

      Estados Unidos: Biden y Trump reflejan la "edad del poder" y la dificultad de la renovación generacional.

      Rusia: Putin encarna la continuidad del zarismo moderno, gobernando con enmiendas constitucionales hechas a su medida.

      India: Narendra Modi ha convertido su liderazgo carismático en una fuerza nacional, pero también en una dependencia riesgosa de su figura.

      VII. Democracia, progreso y desafíos:

      El éxito democrático dominicano se mide no solo por la continuidad electoral, sino por su capacidad para combinar crecimiento económico, justicia social y estabilidad institucional.

      El país ha logrado una economía diversificada —turismo, zonas francas, minería, agroindustria y servicios— que le da prestigio regional. Ha ampliado el acceso a educación, salud y tecnología, aunque persisten desafíos de equidad.

      La crisis de Haití sigue siendo el gran desafío estructural: su pobreza e inestabilidad impactan directamente a la República Dominicana y exigen una respuesta internacional responsable.

      En un mundo interdependiente, marcado por la inteligencia artificial, las tensiones geopolíticas y la transformación del trabajo, el liderazgo futuro deberá equilibrar poder con humildad, desarrollo con justicia y éxito con institucionalidad.

      VIII. El verdadero legado:

      El legado de un líder no se mide por cuánto tiempo gobierna, sino por cómo garantiza la continuidad del bien común sin su presencia.

      El dilema de la sucesión no es una tragedia inevitable, sino una prueba de sabiduría y madurez.
      Quien comprende que el poder es tránsito y no patrimonio deja instituciones duraderas; quien no, deja incertidumbre.

      Victor Grimaldi Céspedes

      Victor Grimaldi Céspedes

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