Balaguer, la lucha contra la corrupción y mi llamado a la contraloría
El nombramiento de Grimaldi buscó enfrentar la corrupción con rigor en los meses finales del gobierno Balaguer.
Actualizado: 12 de Diciembre, 2025, 07:32 AM
Publicado: 12 de Diciembre, 2025, 07:25 AM
Víctor Grimaldi Céspedes.
Santo Domingo.– En 1985 publiqué la primera edición de mi libro El Diario Secreto de la Intervención Norteamericana de 1965, y ese mismo año vio la luz Los Estados Unidos en el Derrocamiento de Trujillo. Fueron los inicios rigurosos de mi incursión en la investigación histórica.
Ambas obras, junto con los libros de Joaquín Balaguer y del padre Emiliano Tardif, se convirtieron en los títulos más vendidos de la República Dominicana en una época en la que existían centenares de librerías y kioscos de revistas.
Balaguer y la lucha contra la corrupción pública
Balaguer me citó posteriormente en su obra Memorias de un Cortesano, y además me envió una carta de felicitación. En una ocasión, mientras caminaba por el Parque Mirador Sur, lo saludé y él, sin detener la marcha, comenzó a elogiarme: "Grimaldi, usted ha hecho grandes aportes con sus escritos sobre economía en La Noticia."
En ese momento Balaguer estaba en la oposición. Pero al retornar al poder en 1986 inició un proceso firme de sometimiento a la justicia de funcionarios del gobierno del doctor Salvador Jorge Blanco. Aquello marcó un cambio de clima político.
Fui invitado a participar como moderador en el Seminario sobre Corrupción Gubernamental, en un panel integrado por Juan Bosch, don Rafael Herrera, y los doctores Jottin Cury y Marino Vinicio Castillo (Vincho).
El ambiente nacional exigía transparencia: la sociedad repudiaba los abusos en la administración pública. Paradójicamente, muchos de quienes acusaban a Balaguer de corrupto eran los mismos que aspiraban a derrocarlo para ponerse ellos en control del Estado.
Sin embargo, pocas veces se recuerda que en los últimos años de su gobierno fue Balaguer quien dio los pasos más firmes para transparentar la administración pública, y lo hizo de manera pública y contundente.
Orden histórica de publicación de auditorías en 1993
La orden histórica de publicar todas las auditorías (1993)
En septiembre u octubre de 1993, en medio de un torbellino político y bajo presiones de todos los frentes, Balaguer ordenó mediante decreto al Contralor General de la República que publicara todas las auditorías realizadas, para que el país conociera su contenido y se sometiera a la justicia a los responsables de hechos delictivos.
El mensaje era inequívoco: sacar a la luz los manejos indebidos, cayera quien cayera, sin importar colores, amistades ni cercanías.
Incluso nombró un nuevo Contralor con la esperanza de que esa limpieza institucional se ejecutara. No ocurrió. El sistema resistió. La maquinaria burocrática —acostumbrada a la opacidad— se atrincheró. Balaguer, ya limitado por la edad y la salud, necesitaba a alguien que actuara con independencia, carácter y rigor.
El llamado inesperado — Miércoles 31 de enero de 1996
Ese día, cerca del mediodía, sonó el teléfono en mi residencia. Era el general Luis Pérez Bello.
"Víctor, el Presidente quiere hablar contigo. ¿Vas a estar ahí en tu casa?"
Respondí afirmativamente.
"Pues te llamo ahora mismo de nuevo."
Minutos después volvió a sonar el teléfono.
"Víctor, el Presidente."
—Grimaldi, tengo pendiente algo que conversar con usted. Quiero que venga a mi despacho.
"Salgo para el Palacio", respondí.
—Ahora no. Tengo el antedespacho lleno de gente.
"Entonces voy mañana, Presidente."
—No; el jueves es día de inauguraciones.
"Dígame usted cuándo debo ir."
—Venga el viernes por la mañana.
"¿A qué hora?"
—A la hora que usted quiera.
"Bien, Presidente, se lo digo al general Pérez Bello para que me ponga en agenda."
—No. Se lo digo yo.
Y así fue.
Viernes en el Palacio: la señal del general
Llegué temprano al Palacio Nacional. En la puerta me identifiqué y avancé hacia el primer antedespacho. Estaba repleto: unas ochenta personas, entre funcionarios, dirigentes y hasta un equipo de béisbol campeón que esperaba audiencia.
A lo lejos, el general Pérez Bello me vio y me hizo una seña inequívoca: "espérese ahí".
Menos de un minuto después regresó:
"Grimaldi, pase."
Toda aquella multitud, que llevaba tiempo de más esperando, quedó sorprendida al verme pasar directamente al Despacho Presidencial.
La conversación decisiva
"Buenos días, Señor Presidente."
—¿Cómo está, Grimaldi?
"Bien, gracias a Dios. A sus órdenes."
Recordé que en 1991 Balaguer me había dicho: "Necesito una persona como usted para que le cobre los impuestos", en ocasión de un borrador de reforma fiscal que le entregué. Pero ahora, cinco años después, Balaguer pronunció la frase que cambiaría mi vida profesional:
—Quiero ofrecerle las funciones de Contralor General de la República. En realidad, el organismo más importante es la Cámara de Cuentas, pero es inoperante.
Yo no quería reiterar otro "no". Pero apenas conocía la Contraloría de manera general.
"Bien, Presidente. De acuerdo. Si usted quiere, puede tomarme juramento ahora mismo."
—No. Tómese el fin de semana para estudiarse la Ley de la Contraloría, y venga el lunes a juramentarse.
Acepté.
El fin de semana decisivo — Estudio de la Ley 3894.
Ese fin de semana me dediqué a estudiar la Ley 3894, que establece que la Contraloría tiene a su cargo:
· La contabilidad general del Estado;
· La fiscalización del ingreso y la inversión de los fondos públicos;
· La verificación de las cuentas de quienes manejan fondos o bienes del Estado;
· La inspección contable de las oficinas públicas.
Comprendí entonces la magnitud del encargo: era el centro nervioso del control interno del Estado. Y también comprendí lo que buscaba Balaguer: alguien que hiciera funcionar la Contraloría en los meses finales de su último gobierno.
Juramentación y un decreto inusual
El lunes 5 de febrero de 1996, Balaguer me juramentó como Contralor General de la República. Esa misma noche emitió el decreto de mi nombramiento. Un acto inusual: tradicionalmente el decreto precede a la juramentación.
Al día siguiente, la noticia ocupaba las primeras planas de los periódicos.
Seis meses de trabajo intenso
Mi libro En la Contraloría relata en detalle esos seis meses finales del gobierno de Balaguer: la organización del sistema de control interno, las investigaciones, la supervisión de fondos públicos y las decisiones que marcaron la transición hacia el cambio de mando de agosto de 1996.
Fue un período breve, intenso y decisivo.
Balaguer, ya casi al final de su vida política, quiso dejar algo claro:
Que la corrupción debía enfrentarse desde adentro, con ley, con rigor y con una Contraloría que funcionara.
Y por eso me llamó.


