Ensayo global – justicia y legitimación política en la era del juicio público (2010–2025)
Sentencias y apelaciones que, con el tiempo, cuestionan la validez del proceso.
Actualizado: 13 de Octubre, 2025, 07:01 AM
Publicado: 12 de Octubre, 2025, 09:56 AM
1. El nuevo siglo de la judicialización del poder:
Santo Domingo.– Desde comienzos del siglo XXI, los grandes conflictos políticos han comenzado a resolverse más en los tribunales que en los parlamentos.
La justicia se ha convertido en el principal escenario de legitimación o de exclusión del poder. Este fenómeno, conocido como "judicialización de la política", surge como consecuencia de la pérdida de confianza en las instituciones tradicionales.
Cuando los partidos, los medios o las iglesias dejan de ser fuentes de credibilidad, el sistema judicial pasa a ocupar el papel de árbitro moral.
2. Estados Unidos: el caso Trump y la polarización moral:
El caso del expresidente Donald Trump ejemplifica cómo los procesos judiciales pueden transformarse en instrumentos de legitimación o persecución.
Para una parte de la sociedad norteamericana, los juicios contra Trump representan la defensa del Estado de Derecho frente al populismo; para otra, simbolizan el uso político del sistema judicial para impedir el regreso de un adversario electoral.
El resultado ha sido una erosión simultánea de la confianza tanto en el poder político como en el judicial, reflejo de la profunda polarización que divide al país.
3. Brasil: de Lava Jato a la rehabilitación de Lula:
La Operación Lava Jato, que llevó a prisión al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, se presentó como el mayor esfuerzo anticorrupción en la historia de Brasil.
Sin embargo, las nulidades posteriores y las revelaciones sobre la falta de imparcialidad de algunos fiscales transformaron el proceso en un símbolo de lawfare.
El péndulo brasileño pasó de la euforia moralista al desencanto institucional, con consecuencias duraderas para la credibilidad de la justicia y de la clase política.
4. Vaticano y República Dominicana: moralización judicial e imagen institucional:
En el Vaticano, el proceso del Palacio de Londres buscó reafirmar la autoridad moral del Papa Francisco frente a la corrupción financiera,
mientras que en la República Dominicana los procesos contra exfuncionarios del Gobierno anterior se presentaron como una renovación ética del Estado.
En ambos casos, la justicia fue investida de una función moralizante que fortaleció la narrativa de los gobiernos, pero también generó la sospecha de instrumentalización política.
Andrea Gagliarducci destacó en el caso vaticano un "giro filosófico" en la apelación: el paso del espectáculo mediático a la revisión técnica.
La lección es que la justicia solo se consolida cuando abandona el rol de espectáculo y recupera su independencia procesal.
5. Mecanismo repetido: del escándalo a la erosión institucional
El patrón global se repite con una secuencia casi predecible:
- Crisis de confianza pública.
- Aparición de fiscales o jueces moralizadores que prometen redención institucional.
- Cobertura mediática intensa que sustituye la prudencia judicial por la espectacularización.
- Sentencias y apelaciones que, con el tiempo, cuestionan la validez del proceso.
- Erosión simultánea de la legitimidad del poder y de la justicia.
6. Riesgos y consecuencias:
La moralización judicial, cuando no se apoya en la técnica y la proporcionalidad, termina debilitando el mismo sistema que pretendía fortalecer.
La justicia-espectáculo produce un efecto búmeran: alimenta la desconfianza, genera mártires políticos y consolida el cinismo ciudadano.
Lo que comienza como un acto de limpieza ética puede derivar en la deslegitimación general del Estado.
7. Conclusión: hacia una justicia institucional, no carismática:
El desafío de nuestro tiempo no es solo castigar la corrupción, sino **institucionalizar la justicia**.
Tanto en Estados Unidos, Brasil, el Vaticano o la República Dominicana, los sistemas judiciales enfrentan el reto de ser independientes sin convertirse en actores políticos.
La credibilidad futura de las democracias y de las instituciones religiosas dependerá menos de los juicios mediáticos y más de la calidad de sus procedimientos, de la transparencia de sus decisiones y de su capacidad para resistir la tentación del protagonismo moral.


